• La histórica reapertura ha sido posible gracias a un trabajo incansable del municipio y una asociación contra la pérdida de habitantes, y a la llegada de nuevas familias
• Pura Frau ha regresado después de muchos años a su pueblo para dirigir el centro

La directora a la derecha, profesorado y alumnado aplauden el arranque del curso.

No hay mayor victoria para luchar contra la despoblación que una escuela vuelva a abrir sus puertas después de nueve años en el silencio, en el olvido. Eso es asegurar la vida, que gente joven pueda  trabajar y buscarse aquí el futuro. Y eso es lo que ha sucedido en la Vall d’Ebo, que ha reabierto el colegio El Puig después de nueve años. Una victoria coral del pequeño Manel, cuyos padres querían continuar viviendo en este pueblo, y que este pasado lunes fue por primera vez a escuela; de Laura, que recibió clase de inglés. De los 8 niñas y niños que ya se sientan en ese centro ante un pupitre.

También una victoria todas las vecinas y vecinos, que viven el evento educativo como una fiesta, que celebran volver a escuchar palabras infantiles por las calles; y de la nueva comunidad educativa; y de la asociación Eboviu, que lleva luchando contra la despoblación tras el devastador incendio de 2022; y del ayuntamiento presidido por Sara Moll, que ha dado todas las facilidades.

Vicent Mateu, padre de Manel y miembro de la Associació Antidespoblament Eboviu, cuenta que ha sido fundamental atraer a nuevas familias del pueblo para reabrir el colegio y que ahora «ese sueño se ha hecho realidad porque sin no hay escuela no hay vida». De esos 8 niños y niñas de distintos niveles, la mitad son extranjeros.

La directora del CEIP El Puig es Pura Frau quien, después de muchos años fuera de la Vall d’Ebo, ha regresado a su pueblo para dirigir este proyecto que derrocha esperanza. Frau subraya cómo todo el municipio se ha volcado en el empeño: «Han ayudado a limpiar, a pintar, a colocar pizarras… todo eso te da una fuerza, una ilusión… te pone la piel de gallina».

Pura Frau.

Y es que el colegio tras casi una década clausurado, necesitaba mucho trabajo, muchas reformas. Y se ha desencadenado un impresionante trabajo colectivo para que las clases regresaran a este edificio desde que durante el pasado mes de mayo la Conselleria de Educación concediera una unidad de Primaria al colegio El Puig tal y como ya publicara este periódico. 

Toda una fiesta

De ahí que no sea extraño que la inauguración del curso fue como una explosión de alegría: móviles inmortalizando fotografías, aplausos, un reportaje de TVE… Eso da la idea de la implicación social de este empeño en un pueblo que ahora mismo tiene 230 habitantes, el segundo menos poblado de la Marina Alta.

La plantilla de la escuela está compuesta además de por su directora, por dos maestras fijas, cinco docentes itinerantes (también dan clase en otros centros de la zona) y la colaboración de antiguas alumnas del colegio antes de su cierre que colaboran como voluntarias y que han visto como la escuela donde se criaron renace a la vida.

Esta es también una maravillosa experiencia pedagógica. El hecho de que sean tan pocas niñas y niños «permite personalizar mucho más el trabajo, volcarte con cada uno de los alumnos», cuenta uno de los profesores, Carles Bernabeu.

Echarle un pulso a la despoblación es una tarea muy ardua y queda mucho por hacer: la imparable pérdida de habitantes y la crisis de una forma ancestral de vida por la falta de rentabilidad de la agricultura y la ganadería constituyó un proceso de décadas que no se revierte en un día. Pero paradójicamente el cataclismo del incendio marcó un punto de inflexión para recuperar la autoestima. Ahora, la reapertura de la escuela de la Vall d’Ebo confirma que a veces sí es posible hacer cosas que parecían imposibles. 

Imágenes por cortesía de TVE