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Publicado: domingo, 8 septiembre, 2024

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

JOSE LUIS LURI

«Mi madre, María Cabrera, era una mujer discreta que llevó todo el peso de la organización y servicio del Parador de Ifach en sus primeros tiempos. El hotel tuvo mucho éxito, estaba siempre lleno de personalidades, políticas y militares. En guerra vivimos en un chalet próximo, aunque en los peores momentos marchamos a Benissa, a una casa que teníamos junto a la estación. Pero la posguerra fue durísima y con los problemas de carburante el hotel se quedó vacío de clientes. Recuerdo siempre con pena la carretera de acceso sin coches. El establecimiento no daba para sostener a dos familias. Antonio García Sapena compró nuestra parte y con ese dinero pudimos acometer las obras de reforma de la Venta La Chata, y la abrimos enseguida como parador. Sería esto, muy a finales de los años cuarenta» (María Giner Cabrera. Recuerdos sobre su madre, Ana María Cabrera Santacreu).

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

María Cabrera Santacreu.

Dentro del marco de inversiones y modernización del país, en abril de 1928 se creó el Patronato Nacional de Turismo, en vista del gran acontecimiento y escaparate que suponían las dos exposiciones internacionales de Barcelona y Sevilla de 1929. En ese momento histórico, el régimen de Primo de Rivera mostraba síntomas de agotamiento y, aunque los efectos de la crisis económica comenzaban a sentirse con fuerza, el país precisaba de un organismo turístico estatal comparable al de otras naciones europeas. El Estado español, con un proyecto ambicioso y costoso, se convirtió en hotelero dentro de un sector emergente que nunca había gozado del interés gubernamental.

La red de establecimientos del Patronato introdujo modalidades entre los paradores y albergues que gestionaba el Estado de forma directa, los cedidos en arrendamiento con subvención y los que financiaba mediante garantía hipotecaria o aval. La edificación de un Parador en las proximidades de Calp, incluido dentro de la red de establecimientos tutelados por el Estado, constituyó una atractiva oportunidad para la población que tuvo que esperar pocos años para comenzar a materializarse. Antonio García Sapena, Cantó, alcalde de Calp en 1931, se unió en el proyecto a Manuel Giner Ivars, un joven emprendedor que había pasado unos años en América y era esposo de una de las propietarias de la antigua Venta de La Chata. Ambos se hicieron dueños de la idea y decidieron asociarse para sacar adelante esta iniciativa por su cuenta.

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

El Parador de Ifach en obras, 1934. Fuente: archivo familiar.

La salida de Antonio García de la alcaldía lo involucró de lleno en la planificación de las obras del Parador de Ifach y de las infraestructuras públicas necesarias para mejorar sus accesos, junto a su socio, el también concejal del PRR (Partido Republicano Radical) Manuel Giner. El Parador abrió sus puertas en mayo de 1935 y se convirtió en un referente hotelero de primer orden al situarse a medio trayecto de la denominada «Ruta del Sol», una vía costera clave para el turismo de la época.

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

Manuel Giner Ivars (1899-1967), esposo de María Cabrera. Años 30 Fuente: archivo familiar.

María Giner Cabrera (1931), hija de Manuel Giner Ivars y Ana María Cabrera Santacreu, La Venta, narra sobre la historia de su familia:

«Mi padre se marchó muy joven a Estados Unidos, con 17 años, junto a otros benisseros. Era de salud delicada, pero muy dispuesto para todo, trabajó en unas minas, que era una labor dura. Allí estuvo siete años, en Filadelfia, y al volver se casó con mi madre. Vivíamos en la calle Purísima de Calpe. [Allí Manuel Giner dirigió en aquellos años un establecimiento de restauración y espectáculos que identificamos como el Teatro Alhambra. Nuestra interlocutora no conserva memoria de este hecho]. Mi padre volvió de América con un traje blanco, ideas nuevas y algunos ahorros. Vio las posibilidades turísticas de esta costa. Se asoció con Antonio García, aunque también tuvo un negocio de transporte de pescado. La relación entre los socios del Parador fue siempre muy buena».

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

Pasaporte americano de Manuel Giner Ivars. 1922. Fuente: archivo familiar.

La relación societaria se mantuvo estable hasta finales de los años 40, cuando los socios decidieron separarse. Con el dinero obtenido de la venta de su parte, Manuel Giner y su esposa, María Cabrera, emprendieron la modernización de la antigua Venta La Chata, situada en la carretera entre Benissa y Calp. En poco tiempo, este lugar se convirtió en un atractivo punto de hospedaje, tanto para clientes habituales como para viajeros de paso. Si bien la visión emprendedora de Giner fue clave para impulsar estos negocios, fue el trabajo silencioso y constante de María, quien se dedicó de pleno a la gestión diaria del establecimiento, lo que resultó crucial para el éxito de la empresa. En sus inicios, la hospedería abrió bajo el nombre de «Albergue Venta La Chata», pero pronto tuvo que eliminarse la palabra «albergue» a causa de la competencia que suponía esta denominación para la cadena de alojamientos estatales.

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

Vista del comedor-terraza, junto a las portaladas de acceso al interior y patio. Fuente: Ifac filatélico.

El poeta Ricardo Ferrando Cabrera, sobrino de María Cabrera, relata que Manuel Giner y su tía adquirieron la Venta La Chata de su madre, Teresa, quien la había heredado junto con otras propiedades familiares. Según Ferrando, esta decisión fue muy acertada para ambos. Teresa tenía tres hermanos: María, Pepa y Miguel. Las hermanas se casaron jóvenes, y sus maridos disfrutaban de una sólida posición social, perteneciendo a una clase distinguida de senyorets que, en palabras de Ferrando, «es una especie hoy extinta en los pueblos». Entre estos cuñados se encontraban Ricardo Ferrando, de Rafelcofer; Manuel Ferrer Perles, conocido como "Chocolate" y más tarde asentado en Dénia; y el propio Manuel Giner. Ferrando describe a su tío como un hombre elegante, de porte distinguido, aficionado a la caza y muy cuidadoso con su huerto. Giner disfrutaba del café y el coñac, siempre con moderación. Aunque su salud era frágil debido a la diabetes, fue su esposa, María Cabrera, quien asumió gran parte del peso del negocio. Según Ferrando, los hijos de Giner recibieron una educación privilegiada, destacando que tuvieron una institutriz que les enseñaba francés, algo poco común en aquella época.

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

Matrimonio Giner-Cabrera, junto a dos de sus hijos, Manuel y Maruja. Fuente: archivo familiar.

Ferrando añade: «María era una persona humilde, trabajadora incansable y meticulosa en todos los aspectos. Se aseguraba de que en la cocina se usaran solo ingredientes naturales, lo que dio al restaurante del hotel una excelente reputación. Todo el personal del Parador de Ifach se trasladó con ellos a La Chata cuando la abrieron, incluida la tía Jerónima [Jerónima Mendoza Almiñana], una mujer de L'Alfàs del Pi, de gran personalidad y saber estar con los clientes, que se convirtió en la mano derecha de María. La venta fue una universidad hostelera, en la que muchas jóvenes consiguieron una excelente formación profesional. El establecimiento funcionaba con un trato excelente al público».

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

Clientes de paso frente a la venta. 1957. Fuente: Joaquín Vázquez Jacky.

La Venta La Chata se hizo famosa por su oferta gastronómica, con platos que pronto se convirtieron en clásicos de la zona. Entre ellos destacaban la «sopa de la tía Jerónima», que se cocinaba a diario con gamba y cigala frescas, acompañadas de rape, que se hizo muy popular. Otros platos renombrados eran el cordero al horno y la parrillada de pescado, preparada con los productos que se recibían frescos cada día desde Calp. Además, la venta contaba con un cup donde se pisaban anualmente más de 10.000 kilos de uva para producir un vino de la tierra que competía con las marcas embotelladas. La producción se conservaba en una docena de botas, entre las que destacaba una de 300 litros de fondillón que procuraba un caldo muy apreciado por su calidad. Otros productos elaborados en el lugar incluían el aceite, proveniente de los olivos de las fincas vecinas, y los embutidos, realizados a partir de las matanzas anuales.

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

Perspectiva de la Venta La Chata, junto a la N-332. Años 60. Fuente: Joaquín Vázquez Jacky.

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

Comedor interior y sala. Fuente: archivo familiar.

UN ESTABLECIMIENTO FAMILIAR CENTENARIO

La historia de la Venta La Chata se remonta a la primera mitad del siglo XIX, cuando la benissera Josefa Femenía Estrada (1804-1880), conocida como la tía Chata, y su esposo Francisco Cabrera Peris inauguraron el establecimiento tras la apertura del nuevo camino entre Calp y Benissa. En sus principios, se trataba de una casa de labranza, pero pronto se transformó en un importante punto de parada para viajeros y carruajes. Miguel Cabrera Femenía, hijo del matrimonio y nacido en 1841, asumió el negocio familiar, que pasó a conocerse como Venta de Cabrera, tal como aparece reseñado en el plano de Coello de 1859. Miguel se casó con Josefa Bañuls Bertomeu, «del Pí», quien estaba vinculada a los Bañuls de la Cometa. La venta, situada en una finca de quince hanegadas, continuó en funcionamiento bajo la propiedad de Francisco Cabrera Bañuls, nieto de los fundadores, hasta el primer tercio del siglo XX.

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

Foto familiar. Francisco Cabrera, El Chato, junto a su esposa Ana María Santacreu e hijos. De izda. a dcha.: Pepa, Miguel, María y Teresa. Fuente: archivo familiar.

A lo largo de su historia, la hospedería se adaptó a los cambios de la época, ofreciendo servicios mejorados y ampliaciones para acomodar a los viajeros. Además de servir como posada, fue un punto de encuentro para profesionales como el veterinario, el herrador y el mestre d’aixa. Las imponentes portaladas que aún conserva sugieren que el establecimiento mantuvo una relevancia considerable en el tráfico terrestre comarcal, con capacidad para albergar carros y tartanas de gran tamaño. Con la apertura de la autopista A7 el tráfico rodado por la nacional 332 se redujo de forma considerable, aunque el establecimiento resistió bien la contingencia, manteniendo su atractivo turístico y la clientela internacional. En la actualidad, la venta continúa siendo propiedad de la familia original y permanece explotada como negocio hostelero, conservando vivo el legado de un establecimiento centenario. 10_

Memoria de Calp. María Cabrera (1904-1985), Venta La Chata: «La diligencia silenciosa»

Celebración familiar. Finales de los años 40. Fuente: archivo familiar.

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  1. Jane Shute dice:

    Soy calpina de corazón desde hace 1980.Gracias al Maestro JOSE LUIS LURI para enseñarme muchas cosas interesantes de la historia y familias de nuestro pueblo xxx xxx

  2. Alicia Ríos Ivars dice:

    Soy la segunda nieta de Diego Ivars Giner.
    ¡ENHORABUENA!Es de locura. MARAVILLOSO. Genial. Gracias.

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