La ETC, “un bien común” durante 30 años más allá de ideologías políticas
- En las representaciones hubo de todo, las muy diversas formas de creatividad teatral, en valenciano y en castellano, desde momentos tronchantes hasta situaciones de emotividad dramática, también bailes, monólogos y canciones
JULIO MONFORT
Fueron palabras de Mario Osmar Pássero, director de la Escola de Teatre Comarcal, la ETC, desde sus inicios, hace 30 años, como entidad oficial. “El gran logro ha sido la democratización del teatro, el continuado apoyo institucional a este proyecto más allá de ideologías políticas”. Fue la esencia de su alegato final en la celebración del trigésimo a aniversario de la escuela el pasado sábado en la sala polivalente del Centro Social, una gran fiesta en la que actuaron sobre el escenario medio centenar de participantes. Y en las representaciones, introducidas como un “ensayo general”, hubo de todo, las muy diversas formas de creatividad teatral, en valenciano y en castellano, desde momentos tronchantes hasta situaciones de emotividad dramática, también bailes, monólogos y canciones. El evento coincidió con el Día Mundial del Teatro y concluyó por tanto con la lectura por el actor Jordi Tamarit, uno de los profesores más vinculados a la ETC en los últimos años, del manifiesto escrito al efecto por el dramaturgo noruego Jon Fosse, Premio Nobel de Literatura en 2023: “Los seres humanos somos todos iguales, y a la vez somos todos diferentes”. Un canto a la paz, la tolerancia y la diversidad, especialmente necesario en estos tiempos.
Mario Osmar Pássero, quien en realidad empezó a gestar el embrión de la ETC cuando llegó a Dénia hace 35 años, nombró en su alegato final, a modo de recuerdo y agradecimiento, a quienes desde las alcaldías y concejalías de Juventud, y con independencia de sus ideas políticas, han apoyado el crecimiento de la entidad artísticas, que a día de hoy también tiene sedes en Pedreguer, Teulada y Ondara. Se refirió a la actual crispación política, reivindicando menos acusaciones y más espíritu de consenso y colaboración.
En lo relativo a las representaciones, el momento que arrancó más carcajadas del público fue quizás el monólogo de Jordi Tamarit, un monumental lío y juego frases y palabras dando pie a malentendidos y confusiones esperpénticas y constantes tropezones de vocalización. En contraposición a su humorístico monólogo, la lectura del manifiesto resultó impecable.
Otro peculiar contraste, de la depresión a la euforia, las dos caras del teatro, se produjo con la intervención encadenada de los grupos juvenil e Invisibles. El primero con una danza casi a cámara lenta con predominio de oscuridad rota solo por linternas a modo de estrellas, vestuario íntegramente negro, y el cadente acompañamiento solista de un saxo. El segundo, camisetas blancas, un jovial baile por una diversidad integradora a ritmo de Macaco.
Especialmente conmovedora resultó la interpretación Nostalgia, el legendario tango de 1935 con letra de Enrique Cadicamo y música de Juan Carlos Cobián, por Ana Lucía, profesora del nivel inicial de la ETC. Fue el broche a una soberbia y muy dramática actuación sobre las amargas acusaciones de una mujer herida contra la que fue amante de su marido. Otras piezas dramáticas fueron la conmovedora y tierna evocación de un nieto ante la muerte de su abuelo y el cotilleo entre tres hieráticas, lánguidas y sombrías mujeres unidas por una peculiar amistad de toda la vida.
Los diferentes sketchs se fueron enlazando de forma ágil, con buen ritmo y sin demoras. Y eso fue así desde el principio. Tras una apertura en la que nueve intérpretes distribuidos por la platea, cada cual con su peculiar disfraz, pronunciaron una treintena de frases cortas, casi a modo de aforismos, algunos filosóficos y otros cómicos, la aparición desde la puerta de entrada hasta el escenario de dos viajeras que andaban con retraso ya dejó constancia de la importancia del ritmo en cualquier interpretación teatral. El repertorio de actuaciones humorísticas se completó, con esa misma agilidad, con la relación entre un psiquiatra y su paciente, que a su vez son amantes, la declaración de amor de una mujer madura a un rudo y arcaico alcalde con boina llegado de Beniopa, y un monólogo reivindicativo sobre la inclusión del arte teatral en las escuelas. La eclosión festiva, el broche final, fue un baile masivo, con la totalidad de participantes inundando el escenario, de la canción Mediterránea, del grupo de música valenciana El Diluvi, y una muy calurosa ovación del público puesto en pie y con efusivos vítores, el mejor de los premios en una representación teatral.