Salud mental, el creciente imperio farmacéutico
OPINIÓN
JULIO MONFORT
El principal problema de la salud mental en este país y por ende en esta comarca es el dominio que los laboratorios farmacéuticos, empresas multinacionales, ejercen con su enorme y creciente poder sobre las instituciones y, por lo tanto, sobre la gestión del modelo sanitario en esa especialidad. Ese poder se filtra además en los estudios científicos y en muchos medios de comunicación.
España está en el furgón de cola europeo en cuanto al ratio de especialistas en proporción poblacional, , pero a la vez es líder en el consumo de psicofármacos. Los psiquiatras, sobrecargados de pacientes y con tiempos de consulta muy limitados, , se convierten casi en meros expendedores de recetas. La consellería de Sanidad gastó en 2022 175 millones de euros en pastillas psiquiátricas, ,la mitad del presupuesto de la Conselleria de Vivienda. El poder del imperio farmacéutico, y por la tanto su capacidad de control, es creciente. Prueba de ello son las escalofriantes estadísticas que en los últimos días han difundido algunos medios con motivo de la celebración, el pasado martes, del Día Mundial de la Salud Mundial: casi a mitad de la población juvenil sufre o ha sufrido hasta 2022 problemas mentales y casi la tercera parte ha tenido ideas suicidas.
Si la respuesta terapéutica del sistema público sigue siendo básicamente el tratamiento con psicofármacos, a medio plazo, entre una y dos décadas, más de la mitad de la población vivirá medicalizada. No hace falta recordar gran parte de las drogas psiquiátricas son adictivas y que si bien aminoran síntomas de forma puntual carecen de efecto curativo. La mayoría de los trastornos denominados mentales son en realidad emocionales, el resultado de situaciones traumáticas o de una prolongada afectación de estrés, incertidumbre o falta de sueño, entre otros factores. La pandemia de hace tres años es una evidencia de ello. Las patologías mentales se multiplicaron por causas emocionales y sociales, pero no biológicas. Aquel confinamiento ha ido derivando en una nueva pandemia, la de los problemas mentales, hasta una situación actual que es dramática para la población, pero muy beneficiosa para los laboratorios. El tratamiento químico temporal puede paliar el sufrimiento psíquico, lo cual ya es mucho, pero es a todas luces insuficiente si no se acompaña de una terapia psicológica y de diálogo con el paciente. Y eso implica un coste económico fuera del alcance de muchos bolsillos. Por otro lado, la pobreza es un caldo de cultivo que favorece la aparición de trastornos.
Las asociaciones que trabajan en este sector tienen toda a razón cuando denuncian, como hicieron el pasado martes, la escasa inversión pública, la vulneración de derechos humanos, el injusto estigma que sufren las personas afectadas (y que agudiza los síntomas- o los tratos degradantes y coercitivos que se siguen aplicando, sobre todo en centros psiquiátricos. “Tenemos las manos cansadas de esperar”, dicen las asociaciones. Y es lógico, por que estas peticiones se repiten desde hace años, mientras la respuesta administrativa es casi nula. Mucha verborrea y mucha promesa del gobierno de turno, pero nula efectividad.
A nuestro sistema de salud mental, tan malo para la mayoría pero tan rentable para una minoría, le pasa un poco como a la propia patología. Se aplican parches farmacológicos, que está muy bien que existan para algunos casos, pero se obvia la raíz del problema, de tal forma que la gravedad aumenta. Mientras el sistema alimente los beneficios farmacéuticos, ya sea por sumisión, por dependencia o por falta de voluntad para implementar los recursos necesarios -hablamos de millones de vidas- las reivindicaciones y peticiones caerán en saco roto. Ese, y no otro, es el factor clave, pese a que pocos hablen de ello. Y un último apunte. Si los diagnósticos aumentan cada año, sobre todo entre la población joven, ¿estamos ante enfermedades individuales o ante una sociedad enferma?
Patologías colectivas.
No solo para la salud mental, existe otro gran problema del que no se habla, fármacos contra el dolor, esos si que generan una gran adicción junto con un deterioro considerable psíquico y físico derivando en graves problemas sociales.Fentanilo.