El instrumento que salvó a Escipión de los elefantes de Aníbal suena en el Castillo de Dénia
[CRÓNICA] MÚSICA AL CASTELL
- Abraham Cupeiro ofrece un viaje de siglos por la música con instrumentos milenarios que parecían a un milagro: indignaron a las diosas, hicieron rugir a guerreros celtas, salvaron princesas, iluminaron catedrales o liberaron esclavos
ARTURO RUIZ
Poco antes del alba aún descansan silenciosas las legiones en el campamento, tranquilizadas y en paz gracias al trino del pájaro carpintero, ave sagrada para los romanos, pero hay un hombre nervioso que no puede conciliar el sueño: el cónsul Escipión (sólo después de la batalla que se avecina este día podría ser llamado el Africano), quien cavila una y otra vez si funcionará la treta que ha ideado para salvar a sus hombres de los temibles elefantes cartagineses de Aníbal: unos cuantos de sus legionarios han de tocar el cornus para espantar a tan terribles bestias.
Y Abraham Cupeiro toca el cornus. (Y por cierto la treta salió bien).
En la Guerra de Secesión norteamericana que el Norte le ganó al Sur, los ejércitos utilizaban cornetines. Sonaban igual que en las películas de indios y vaqueros dominicales de nuestra infancia. Muchos de esos cornetines quedaron aplastados, abandonados en los sangrientos campos de batalla y los esclavos liberados por la victoria de Lincoln los recogieron, los remendaron y los usaron para aquellos cánticos ancestrales que se habían traído de su África perdida. Todo aquello acabó desembocando en algo llamado jazz. Casi nada.
Y Cupeiro toca el cornetín.
El viaje de un gallego
Conclusión: en el caso de Cupeiro el viaje no se cuenta. Se hace. Cada una de las etapas de la travesía se ejecuta a través de un instrumento ancestral que este gallego de enorme talento ha construido o recuperado con sus propias manos. Y con cada uno de ellos comandó ese periplo de siglos a través de la arqueología musical que tuvo lugar en la noche de este miércoles durante el concierto inaugural de Música al Castell de Dénia ante un público numerosísimo, entregado, que se apuntó con fe a la expedición. De primeros oficiales viajaban los integrantes de Vent a Cinc Septet, un quinteto de un nivel excepcional. Nada podía salir mal. No salió. Ni un solo naufragio.
En realidad el viaje había comenzado antes de aquella madrugada de vigilia de Escipión. Cupeiro se remontó a música nacida hace milenios, cuando el mundo era nuevo y todo estaba por descubrir: edades de piedra y de bronce, un hueso vacío, una paja, una pluma, una caracola. De todo eso brotaba ya música.
A veces de un lirismo enternecedor que se movía silencioso entre la noche de Dénia al fin salvada del calor por una brisa que era como una madre. En otras, con tesituras musicales que enfurecieron a los mismos dioses, cuando nuestro gallego usó el aulós griego que desfiguró la cara de Atenea y condenó al héroe que lo usó a muerte.
A la guerra con los celtas
Y a veces, Cupeiro utilizaba instrumentos tan marciales, tan violentos, que daban miedo. Mucho. Como cuando se bajó del escenario y se paseó por la Explanada del Castillo con una altísima trompeta celta denominada carnyx, hecha en bronce con una figura de jabalí. Era utilizada por las hordas celtas para lanzarse contra los legionarios romanos: es posible que alguno también hubiera estado en África con Escipión porque esos tipos se pasaban décadas luchando. Y anoche, mientras Cupeiro esgrimía el carnyx entre el público, más de uno pensó en salir huyendo, temeroso de que aquellos portentosos guerreros rubios, bárbaros, guapos hubieran regresado de nuevo. Con trompeta incluida.
Después continuó el viaje. La siguiente escala arrancó en la Edad Media. Entre otras aventuras, Cupeiro se subió a las mulas con las que Marco Polo realizó su mítico periplo hasta la China. Sonaron instrumentos que el comerciante veneciano debió oír por los países encantados que atravesó: sones armenios, persas, indios y por supuesto chinos, ya los confines del mundo del siglo XIII, cuando las fronteras eran gigantescas.
La princesa que contaba cuentos para no ser decapitada
De todas esas escalas, merece la pena detenerse en Persia. Para la memoria de los que asistimos al concierto quedará para siempre la excepcional interpretación del Scheherezade de Rimski-Kórsakov, trasladando así la mítica historia de la princesa que le contaba cada noche un cuento al sultán para que este último no la ejecutara.
Puede transmitirse la idea equivocada de que Cupeiro es un tío serio, una especie de profesor arcaico. Qué va. Es un cachondo. Hasta es posible que cambie las bromas de un concierto a otro, porque uno de los miembros del quinteto no podía refrenar la risa cuando hacía una de ellas. Como si le viniera de nuevas. Y llevan ya tiempo juntos.
Total que a Cupeiro se le ocurrió decir que Marco Polo había recibido un WhatsApp medieval en el que le advertían de que ya estaba bien de andanzas y que regresara a Venecia para entablar una complicidad con el respetable que ya no cesaría en toda la noche. Todo eso mientras realizaba un esfuerzo físico admirable al lograr hacer sonar una doble flauta india para lo que era necesario un milagro llamado respiración circular.
Lo cierto es que Polo le hizo caso al WhatsApp medieval, regresó a Venecia y la mítica joya del Adriático se convirtió en una ciudad renacentista donde vivían los maestros musicales que más cobraban e instrumentos como el cornetto, que forjaban otro milagro: «Su música era un rayo de luz que penetraba en las tinieblas de las catedrales», dijo también Cupeiro. O lo tocó. Uno ya no se acuerda bien.
Y entre bromas y milagros el viaje fue llegando a sus últimas paradas:las trompetas del barroco, aún sin sus mecanismos modernos, provocaron otra interacción entre los músicos y el público, que coreó la, la, la, y más lalalas subiendo y bajando escalas musicales mientras se volvió a desatar la medicina de la risa, tan antigua como la música.
Y por fin acabamos en Madrid.
Todos los idiomas del mundo
Resulta que Cupeiro vivió allí en el barrio madrileño de Lavapies muchos años. Allí, en una tienda en liquidación encontró uno de esos cornetines de la Guerra de Sucesión que pudo comprar tras previo regate por diez admirables euros. Eso le sirvió para dar paso después a una auténtica fiesta basada en la multiculturalidad de Lavapiés, a la interpretación de una pieza en la que cabían todas las músicas del mundo, africanas, árabes, balcánicas… todos los idiomas del planeta concentrados en unos pocos minutos en la noche fresca de Dénia.
Y el viaje acabó. Cupeiro dijo con una sonrisa gigantesca «Gracias Dénia» y elogió a los músicos valencianos por haberle dejado «hueco a un galleguiño» mientras el público aplaudía en pie. En realidad le aplaudía esa Dénia tolerante y amable, capaz de realizar viajes que te regalan música de tiempos inmemoriales que merecen ser recordados y que cada año recibe Música al Castell como una ceremonia a la que se espera y se ama a partes iguales.
La programación de Música al Castell 2023:
Excelente concierto, músicos increíbles y un gallego ‘ exceptional ‘ apasionado por sus increíbles instrumentos, fue un concierto de lujo,,,Enhorabuena a la organización..!!!,,??????