The Soulmonics reúne a 400 espectadores en el cierre de Música al Castell de Dénia
JULIO MONFORT
El último concierto del ciclo Música al Castell, el del grupo comarcal The Soulmonics, reunió el lunes a nada menos que 400 espectadores. Eso fue posible por el cambio de ubicación del escenario, que a diferencia de actuaciones anteriores se dispuso en la explanada del aparcamiento de Torrecremada y no en la zona ajardinada del interior. Sin duda menos estética, más cemento y aridez y menos colorido e intimidad, pero con una capacidad de aforo cuatro veces superior. Mucho más público pudo por tanto disfrutar de este singular grupo de la Marina Alta que ya ha grabado dos discos y que dejó constancia de su popularidad y capacidad de atracción.
Sobre un escenario también más amplio que en los conciertos anteriores, el despliegue de los ocho músicos de la banda, que se formó en 2011, una potente sección de vientos metálicos, entre ellos la única fémina saxofonista, voz y una sección rítmica. Y por supuesto el solista, cuerdas vocales portentosas y baile continuo, y a la vez el conductor de la velada con introducciones siempre humorísticas, y a veces irónicas, de los diferentes temas, entre el soul y el funk con toques de rock, entre lo clásico y lo contemporáne. Algunos de su primer disco, y otros, algunos más, del segundo, “Stop de time”, compuesto durante el confinamiento. Algunos versionados, temas célebres de hace décadas, y otros de producción propia.
Como casi siempre ocurre en la mayoría de conciertos, el de The Soulmonics tuvo sus momentos estelares. En uno de ellos, centenares de linternas de móviles iluminaron el recinto al ritmo de la mítica “Sitting on the dock of the bay” (sentado en el muelle de la bahía), original de Otis Redding y decenas de veces versionada. “Angel”, una balada de la propia banda, supuso una inflexión romántica que contrastó poco después, ya cerca del final, con la también memorable “Satisfaction” de Rolling Stones, que dejó al público más que satisfecho. Pero aún hubo más, en particular para los más maduros o no tan jóvenes. Nada menos que “Tú cambiarás” del valenciano Nino Bravo, aquel último beso de finales de los sesenta que la mayoría supo tatarear: “Con el último beso, esperarás mi regreso; con el último beso, en ese instante cambiarás”.
En los prolegómenos del concierto el grupo agradeció el esfuerzo de Maribel Font, la coordinara de Cultura del Ayuntamiento de Dénia, entidad organizadora, por haber hecho posible la actuación tras quedar suspendida, en este caso pospuesta, desde mediados de julio por dos contagios de covid entre los músicos. En las cálidas noches de esta vigésima edición de Música al Castell, el termómetro se ha empeñado en rondar los 27 grados, la brisa, cuando la ha habido, ha quedado reducida a la mínima expresión, y las nubes han impedido la luminosa compañía de la luna y las estrellas, como si de una conspiración climática se tratase. Pero lo importante ha sido, a todas luces, el éxito de la música y las entradas agotadas en todas las actuaciones, tanto las gratuitas como las de pago, y así lo han expresado desde la entidad organizadora: “Ha sido una edición que se ha desarrollado en unas circunstancias especiales al estar condicionada por las medidas sanitarias, que han motivado por ejemplo que el festival haya tenido que abandonar su emblemática sede del Castillo de Dénia y se haya tenido que ubicar en los Jardines de Torrecremada. La organización ya mira a la edición de 2022, que servirá para festejar el 30 cumpleaños del festival, un hito que tenemos que celebrar de manera especial, ya estamos trabajando para hacer una programación extraordinaria”. Pues casi seguro, allí nos veremos, quizás con menos calor y más brisaen el Castell, quizás con más luna y más estrellas, y quizás, ojalá, sin pandemia ni restricciones.
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