Mujeres en la Ciencia (III): entrevista a Lidia Almazan, licenciada en Física
MARIANNE LÓPEZ GRIÑÓN - HAKKOER.
ENTREVISTAS de la serie Mujeres en la Ciencia (III)
A las mujeres se nos limita el espacio en muchos sentidos. Cierra las piernas, afloja tus ambiciones, no te permitas el lujo de tener un cuerpo de gran tamaño fuera del pecho y las caderas. Tampoco extiendas tu vida demasiado porque, recuerda atentamente, la belleza no pasa el dique de los 20. Con el pubis pelado y en silencio porque claro, "me gustas cuando callas porque estás ausente". No sé Neruda, guapo, mirátelo allá donde estés.
Diariamente luchamos por un lugar legítimo y agotador. Recientemente leí el libro The Atlas of Happiness de la periodista británica Helen Russell, una expresión australiana que agrupaba óptimamente lo que pretendo exponer. Fair go, significa exigir contundentemente un trato equitativo, por ejemplo dando al menos la posibilidad de intentarlo.
Mujeres como nuestra entrevistada han entrado en estos espacios. Lidia Almazan Torres es física, futbolista y viajera. Tiene un doctorado en Ingeniería y un máster en Matemáticas. Aunque es catalana, ha vivido ya 10 años en Alemania.
"La sociedad en general tiende a evitar todo lo que requiere un poco de esfuerzo mental y lo queremos entenderlo todo al momento"
"El mundo académico tiene el inconveniente de que es un trabajo precario (por suerte no en todas partes) y muy inestable. Estás ligado a si encontrarás financiación"
"Hay que borrar todos los estereotipos que escuchamos constantemente. Por algún motivo se tiende a simplificar un país o una cultura con un par de adjetivos que pocas veces son ciertos".
¿Como hacemos las matemáticas atractivas?
Las matemáticas son atractivas por sí mismas, pero se tiene tendencia a mostrarlas como pesadas y complicadas. Creo que es un problema general de la sociedad, donde se tiende a evitar todo lo que requiere un poco de esfuerzo mental y lo queremos entender todo el momento, como si fueses algo malo tener que rompernos la cabeza de vez en cuando. Supongo que la mala fama también le viene de forzarnos desde pequeñas a memorizar y repetir los mismos ejercicios una vez tras otra. No sé actualmente como se enseñan en las escuelas, pero creo que se podría mejorar la atracción hacia ellas mostrando las infinitas aplicaciones que se derivan.
Conseguiste jugar en primera división. ¿Qué podrías contarnos sobre el fútbol femenino?
Empecé a jugar al fútbol en el 93, en aquella época no había diferentes categorías en el fútbol femenino federado. Si tenías menos de 13 años, jugabas con los niños (si te dejaban) y si tenías más, jugabas con las mujeres. Así que se daba la paradoja de tener 13 años y jugar con mujeres de 30. Durante todo este tiempo he tenido que escuchar todo tipo de comentarios: que si el fútbol es cosa de hombres, que si el fútbol femenino se aburrido... De hecho, recuerdo un partido donde nos arbitraba una mujer y escuchamos desde el público refiriéndose a ella: Vete a fregar platos, entre otras joyas. También en los clubes donde empecé a jugar éramos las últimas en tenernos en cuenta. Nos daban los peores horarios para entrenar, los peores horarios para jugar, la ropa de los partidos era de tercera o cuarta mano de otras categorías, así que las camisetas de los partidos eran tres tallas más grandes de las que deberíamos llevar. Por supuesto todos los gastos que teníamos derivados de jugar los fines de semana en campo contrario nos los teníamos que pagar nosotras, ya fuera con nuestro coche o alquilando un autobús, si no había suficientes padres que nos pudieran llevar.
Por suerte la lucha de todas aquellas mujeres y las que nos han seguido ha comenzado a dar frutos. Aunque todavía queda mucho por hacer, se está empezando a respetar como se merece. También la visibilidad y cobertura que se está dando en los medios de comunicación retransmitiendo los partidos y los campeonatos ayuda a dar normalidad a un deporte que siempre ha sido y aún es machista.
La crisis del año 2008 supuso una fuga de cerebros. ¿Cómo te afectó emigrar?
En 2009 finalicé mis estudios de Física y empecé a trabajar en un proyecto de investigación de dos años. La idea que teníamos mis supervisores y yo era que al terminar el proyecto podríamos seguir con el doctorado. Justo era el momento de la crisis y no encontramos manera de financiarlo. Entonces me propusieron que hablara con un profesor de Alemania, conocido de ellos, que trabajaba en temas similares. Fui allí a hacer la entrevista y me ofreció un contrato de trabajo. Así que sin pensarlo demasiado hice las maletas y me trasladé. La verdad es que estoy muy contenta de la decisión que tomé, aunque seguramente, si hubiera tenido la oportunidad de hacerlo en España, no hubiera tenido que irme. Esta historia es muy parecida a otras investigadoras e investigadores que me he encontrado por el camino.
En un par de días formarás parte del grupo de las científicas devueltas, ¿como te sientes?
Muy feliz de poder seguir desarrollándose profesionalmente cerca de casa. He encontrado una muy buena oportunidad en Euskadi y estoy deseando empezar. No me había planteado muy seriamente volver, una vez ya has salido de casa, que más da un sitio que otro, o eso pensaba. Pero actualmente Euskadi en general, y más concretamente Vizcaya, está apostando decididamente por la investigación, la innovación y la tecnología y esto está atrayendo mucho talento, tanto a nivel nacional como internacional.
Has viajado por 30 países con tu mochila. ¿Qué has aprendido de tantas otras culturas?
Viajar ha sido siempre mi pasión. No es sólo el hecho de visitar lugares, sino también de intentar vivir como una local más. Una de las primeras lecciones que aprendí es que se deben borrar todos los estereotipos que escuchamos constantemente y que están presentes en el imaginario colectivo de cada país. Por algún motivo se tiende a simplificar un país o una cultura con un par de adjetivos que rara vez son ciertos. He aprendido a abrir la mente.
Una vez sales, ves que no hay una manera única o correcta de hacer las cosas, que en otros lugares las hacen diferentes y también funcionan. Tengo una anécdota de un viaje por China, en un trayecto en tren de Xi'an en Shanghai, una familia con la que compartía cabina me empezaron a hacer preguntas -cómo es viajaba sola, si no tenía pareja, que su hijo estaba disponible, etc.-; pasé un muy buen rato charlando con ellos y me di cuenta de que sus inquietudes y preguntas eran las mismas que me hubiera hecho una familia en España.
Me he encontrado también con gente muy generosa, dispuesta a echarme una mano cuando lo he necesitado. Todos los viajes, algunos más duros que otros, me han hecho ser mejor persona, más empática y más abierta. He aprendido a disfrutar de los pequeños placeres y estimar aún más si era posible el mundo que nos rodea. Este año tenía planeado visitar muchos lugares nuevos, pero nos está tocando vivir una época complicada. Tengo esperanzas de retomar los viajes antes, pero ahora lo más importante es estar sana.
Durante mucho tiempo has estado vinculada al mundo académico. ¿Qué consejos darías para no perder la motivación y seguir con la formación educativa a pesar de estos tiempos difíciles?
El mundo académico tiene su atractivo, pero tiene el inconveniente de que es un trabajo precario (por suerte no en todas partes) y muy inestable. Estás ligado a si encontrarás financiación, los contratos son por períodos cortos y hacen que estés pendiente de factores externos en lugar de centrarte en la búsqueda al cien por cien. Por eso he decidido hacer la transición al mundo de la industria. Por suerte, hay lugares donde los investigadores nos tratan mejor que en otros. Lo que puedo decir, para que no pierdan la motivación, es que se hagan valer. He visto que suelen jugar con nosotros haciendo contratos basura porque saben que no hay muchas alternativas. Yo animaría a quien quiera investigar a que no tenga miedo a moverse de ciudad o de país para encontrar un lugar donde se sienta valorada por el trabajo que hace, tanto a nivel salarial como de condiciones. Creo que de esta manera no se debería buscar motivación, porque ya la tendrían.
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