La Marina Alta cumple el aniversario más silencioso de su historia: un año de legislatura perdido entre dos catástrofes
- Doce meses después de las elecciones municipales, Gloria y el coronavirus han hecho dudar a la comarca de todas las certezas de los últimos años
- Los dos desastres han puesto de manifiesto carencias históricas que este territorio lleva arrastrando desde hace años y a las que jamás se les ha dado respuesta
- Por su dependencia del turismo y la precariedad de sus puestos de trabajo, la comarca se enfrenta a una especie de posguerra económica mucho más grave que en otros lugares
Puede parecer increíble e incluso muchas personas lo habrán olvidado, pero hace justo un año, tal día como hoy 26 de mayo de 2019, la Marina Alta acudió a votar para elegir nuevos alcaldes y renovar sus ayuntamientos. Da sin embargo la sensación de que en realidad hayan pasado décadas desde aquel domingo. Nada es ahora como aquel día. El mundo ha cambiado y lo ha hecho para siempre.
Dos catástrofes, el temporal Gloria del pasado mes de enero y especialmente la crisis del coronavirus, han provocado que las expectativas que tenía la ciudadanía cuando acudió a votar en las elecciones municipales hayan cambiado de forma radical. Cabe recordar que en la comarca el PSOE fue el ganador de las elecciones, consiguió la mayoría absoluta en Dénia y Xàbia, y venció también en Pego, Ondara o El Verger; que Compromís alcanzó por su parte la vara de mando en Pedreguer, Teulada y Gata; que la izquierda se hizo con diez de las doce poblaciones más habitadas; y que el PP logró conservar Calp y recuperar Benissa. Todos estos gobiernos locales se proponían ejecutar proyectos de mayor o menor envergadura. La mayoría de ellos se encuentran ahora guardados en un cajón. Olvidados o aplazados.
Los cargos públicos que ocupan las distintas alcaldías de la comarca se enfrentan a retos muchísimo más gigantescos. Gloria y el coronavirus son varapalos diferentes, por supuesto, pero con una nota en común: han hecho dudar a la Marina Alta de todas sus certezas; han puesto en jaque el modelo económico y social con el que esta comarca había prosperado en las últimas décadas; y han abocado a esta geografía a un futuro de extrema incerteza.
Cuando llegó el cambio climático
Gloria, el terrible temporal que asoló la fachada marítima de la comarca durante el pasado mes de enero, fue en realidad la estruendosa tarjeta de presentación de la llegada del cambio climático: puso en discusión la excesiva presión urbanística sobre la costa con la que se ha construido aquí durante años y la sensación de que esa carga ya no puede aguantarse más porque en el futuro los expertos están seguros de que vendrán más temporales que pondrán en riesgo infraestructuras, viviendas y especialmente vidas humanas. Algunos de sus destrozos han podido más o menos arreglarse pero otros, como los de Les Deveses en el litoral norte de Dénia, continúan bien visibles como símbolo del desastre porque necesitan de inversiones mucho más poderosas y hasta de un plan para regenerar la costa de 14 millones de euros que debe ejecutar el ministerio. Y ahora ningún ministerio está para estas cosas.
No lo está por el coronavirus, claro, una crisis aún mucho más importante que ha trastocado el mundo. La mala noticia es que, sin temor a la exageración, la Marina Alta es una de las geografías españolas más frágiles a la hora de enfrentarse a una crisis sanitaria de estas dimensiones. Si fuera un territorio con fuerte presencia industrial, con capacidad para fabricar productos de exportación, o un eje de nuevas tecnologías en un mundo que cada vez necesita más de la investigación, el futuro sería menos incierto. Pero no lo es.
Este es un lugar que por el contrario fía su prosperidad a que venga gente para nutrir una economía basada en más de un 90% en la construcción, la hostelería y los alojamientos turísticos. Eso no tiene porqué ser una mala noticia en sí porque también por eso es un lugar de un paisaje arrebatador donde se vive muy bien. Pero provoca, como ya advirtió un famoso estudio de la Uned, que cualquier cambio geoestratégico o estacional dé al traste con el motor económico. Lo gripe. Y la circulación entre personas y la confianza social, dos piedras angulares del turismo, han sido dos de las grandes víctimas de la epidemia.
Cambios que han tenido muchos predicadores y pocos practicantes
Ahora bien, esto no es tan nuevo como pudiera parecer: todas las carencias que han puesto en evidencia tanto los temporales como la pandemia ya estaban aquí antes, formaban parte de los discursos sociales y políticos de la Marina Alta en los últimos años y evidenciaban la necesidad de cambios urgentes en el modelo social y urbanístico de la comarca; pero el problema es que esta transformación ha tenido muchos predicadores y muy pocos practicantes; que estas cuestiones han quedado para los grandes discursos y los titulares gruesos de políticos que después, a la hora de la verdad, a la hora de la gestión, seguían refugiándose en estrategias cortoplacistas sin afrontar los verdaderos problemas estructurales.
Pero ahora ya no. Ahora hay que encarar esos cambios. Esta es la responsabilidad de los ayuntamientos. Es el gran titular -y casi el único- que deja el balance de este primer año de legislatura.
En el caso de Gloria, hacía ya mucho tiempo que se hablaba de la necesidad de derivar hacia un urbanismo más sostenible pero a la hora de la verdad solo la crisis de 2008 paró la presión de ladrillo sobre el mar, que ahora había regresado de nuevo; en el caso del coronavirus hace falta no solo un cambio de modelo sino dos. En el primero sí se ha avanzando algo: lograr un destino turístico exclusivo basado en la autenticidad de la gastronomía y el paisaje y en una cadena agroalimentaria que beneficie a mucha más población de la actual. Falta aún mucho por camino que recorrer pero al menos hay una dirección a la que ir.
Pero después urge un segundo cambio de modelo, el de la diversificación económica que vaya más allá del monocultivo del turismo y fomente otras industrias y más tecnología. Eso ahora mismo es una utopía. Muy poco tiempo antes de que estallase el virus se estaban marchando empresas muy conocidas de la comarca a otros territorios por falta de suelo industrial y hasta el presidente del Cedma había alertado de que invertir en la Marina Alta es tan poco rentable que constituye casi un ejercicio de fe; y después del coronavirus uno de los pocos sectores diversificados de la comarca como es el náutico ya ha advierto de que sus empresas están heridas de muerte.
La llegada de la posguerra
Lo cierto es que ahora mismo el coronavirus deja la Marina Alta muy tocada. Como la mayoría de las empresas se basan en el turismo la mayoría tuvieron que cerrar durante el confinamiento, lo que ha disparado los ERTE y el paro. Además, históricamente los puestos de trabajo de esta comarca derivados también de la actividad turística han sido muy precarios con niveles de renta muy bajos, lo que tampoco es nuevo: los habitantes de las principales poblaciones de la comarca llevan mucho tiempo a la cola de los índices de riqueza en la Comunitat y solo faltaba el virus: la pobreza se ha disparado y los ayuntamientos han tenido que disparar sus gastos para la ayuda social.
Hasta ahora, los consistorios han logrado responder a la llamada de auxilio de su ciudadanía porque tenían mucho dinero en caja. El problema es que sucederá conforme ese dinero se vaya agotando si hay nuevos rebrotes del Covid y la actividad económica se detenga otra vez.La Marina Alta entra en una especie de posguerra económica, un símil bélico que no parece nada exagerado, y los ayuntamientos deberán estar a la altura. No les ayuda, claro, que muchas de las herramientas necesarias para la reconstrucción, sobre todo las financieras, dependan de València, Madrid o incluso Europa. Pero deberán permanecer de verdad al lado de la ciudadanía. Para eso están.
Coronavirus no es pensamiento único
Desde un punto de vista político y en una comarca que siempre ha sido en este aspecto muy tumultuosa, este primer año de legislatura ha sido en cambio muy estable. No se han producido crisis internas de gobierno demasiado notables, con la única excepción notable de Teulada y en menor medida de Calp. Pero el coronavirus unió a casi todas las fuerzas políticas, con declaraciones de lealtad y apoyo sin fisuras de las oposiciones a los ejecutivos municipales.
Ahora bien, coronavirus no quiere decir pensamiento único. Ahora, conforme se va avanzando en la desescalada, los grupos de la oposición comienzan a elevar sus críticas y sus aportaciones y hacen bien porque se precisan las aportaciones de todos; siempre y cuando, claro, lo hagan sin trasladar a sus pueblos el bochornoso espectáculo de la bronca permanente de la política nacional.
¿Dónde está la comarca?
Sí se ha producido una carencia asombrosa durante los dos últimos meses: no ha existido ni una sola respuesta comarcal al coronavirus. La tan cacareada Xarxa d’Alcaldes parece que también queda para los titulares de prensa de las épocas de bonanza. Es verdad que los alcaldes van muy atareados pero todavía no se han reunido ni una sola vez para comenzar a rediseñar respuestas comarcales a la crisis. Y hacen falta.
Ya no solo para los cambios de modelo económico sino también desde la perspectiva sanitaria porque hay que ver qué se hace con un hospital de concesión privada que durante la crisis ha funcionado muy bien gracias al esfuerzo de sus profesionales y a la vigilancia estrecha de la conselleria; pero cuya mercantil, Marina Salud, una vez con las plantas del centro y la UCI libres de enfermos de Covid, ha vuelto a dar síntomas de funcionar sólo con criterios de rentabilidad: amagó incluso con retirar poder adquisitivo al personal sanitario que había luchado contra una pandemia que todavía no se ha marchado.