Mafia Salud S.A., capítulo 10: Última oportunidad
MAFIA SALUD S.A.
Francisco Sánchez García
Todos los personajes, las situaciones y los hechos que se relatan a continuación son producto de la imaginación. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.
CAPITULO 10
ÚLTIMA OPORTUNIDAD
La nota de prensa, tajante, irrebatible, casi una declaración de guerra, sirvió para calentar de nuevo los motores de la población. De alguna manera se sentía también engañada, traicionada por los poderes públicos que habían sido elegidos en teoría ‘democráticamente’. En la misma noticia se hizo un llamamiento a las concentraciones. Se procedió con cautela, midiendo muy bien los tiempos, y se convocó un solo día, un miércoles, en cada uno de los centros cerrados. En total el plan previsto llevaría un mes, lo que les situaría poco antes de la navidad. Buen momento para parar, reflexionar, y seguir con la actividad tras las fiestas.
Pero antes de empezar las concentraciones ocurrió algo imprevisto. El día de los muertos la comarca amaneció, y contuvo la respiración. La noticia se transmitió por los medios de comunicación rápidamente pero por muy ágiles que estos sean, nunca pueden llegar a la inmediatez de las redes sociales. Las imágenes, los comentarios, se adueñaron del Facebook y del Whatsapp, que por aquel entonces ya se habían popularizado, desde primera hora de la mañana. Esa mañana de muertos, de ir a honrar las tumbas de los que nos precedieron, una costumbre arraigada en la comarca, entre el folklorismo más absurdo y los sentimientos más genuinos, se levantó con una constatación escrita. Algo de lo que todo el mundo hablaba, se pasaba de boca a oído, incluso se hacía chanza, pero que nadie se había atrevido a poner en mayúsculas y en el centro del escenario. ‘MAFIA SALUD MATA’, tres palabras que lo decían todo, escritas con espray en las fachadas de los cuatro centros de salud cerrados. En letras grandes. Sin complejos. Las recurrentes placas conmemorativas donde se habla de que tal o cual cargo político, excelentísimo, honorabilísimo o incluso muy y mucho honorabilísimo habían inaugurado tal o cual centro, estaban todas pintadas de negro. Los políticos ya no tenían esas cualidades, las habían perdido en el transcurso de la lucha de la ciudadanía contra las multinacionales privatizadoras de servicios públicos poniéndose descaradamente del lado de los de siempre: los poderosos, los que mandan, los que rigen el destino del pueblo.
Las pintadas, una estrategia de combate totalmente en desuso, habían vuelto, y daban miedo. Por lo que decían y por cómo lo decían. También envalentonaron a más de uno que se sentía identificado, y al que le daba un poco de envidia no haber sido el autor de los hechos. Y esa era otra cuestión ¿quién o quienes, habían sido los autores? ¿Serían perseguidos? ¿Serían castigados?
MP1 se enteró, como casi todo el mundo, por el Whatsapp. Unas fotos muy significativas que lo decían todo, y que colgaron a primera hora de la mañana en el grupo de la Plataforma. No tardó mucho en recibir la llamada de Vetustilla pidiendo una valoración de la Plataforma. Una valoración que, obviamente, no se podía hacer hasta que la Plataforma no se reuniera porque, aunque algunos todavía no se habían enterado, la Plataforma actuaba siguiendo el modelo asambleario. Por tanto la valoración, en ese momento, tan solo podía ser personal. Vetustilla, corresponsal de un diario decano representante de la ley y el orden, lidió con MP1 para que éste condenara las pintadas, pero no obtuvo lo que deseaba. MP1 se limitó a trasladar la valoración a la próxima reunión, y por supuesto, como era cierto, a negar cualquier autoría de la Plataforma.
La primera concentración se había programado en Pedreguerix, confiando en que el pueblo aldeano no defraudaría, como así fue, y que tendría un efecto llamada para el resto de las poblaciones. Sin llegar al nivel de las concentraciones del verano glorioso, fue una demostración de fuerza muy digna, donde se leyó el manifiesto declarando la inquebrantable voluntad del ‘pueblo’ de recuperar sus servicios sanitarios íntegros. La chispa había vuelto a encenderse y al menos no hacía tanto calor como en aquellas noches de julio y agosto donde la canícula hacía que más de uno se lo pensara dos veces para abandonar el refrigerio del aire acondicionado. La prensa se hizo eco de la concentración y tituló sus noticias mayoritariamente como una ‘vuelta a las hostilidades’. Sin duda las pintadas, que Mafia Salud se apresuró a borrar al día siguiente, habían tenido un efecto devastador, tanto en la organización como en el Partido Casposo de Derechas. Todos los alcaldes acudieron a las concentraciones de sus poblaciones respectivas, y no solo eso sino que hicieron declaraciones a la prensa de que estaban haciendo todo lo que estaba en su mano para revertir la situación. No les hacía ninguna gracia que después de un año de tranquilidad sus vecinos empezaran un nuevo ciclo revolucionario, porque estas cosas se saben dónde empiezan pero nunca donde acaban. Se dio la circunstancia de que por aquellas fechas una revuelta en una importante ciudad mesetaria había acabado con quema de contenedores, cortes de avenidas y enfrentamientos campales con las fuerzas del orden durante una semana. De todos es sabida la inclinación mesetaria por la violencia árida. Y aunque las gentes de la comarca eran mucho más dadas a la fiesta, cuando no a la indolencia, no hay nada más contagioso que el deseo de éxito. Las imágenes de los enfrentamientos callejeros habían poblado las cajas tontas del país durante horas y horas aquella semana y, lo que era peor, la chusma callejera se había salido con la suya y habían conseguido sus reivindicaciones.
Se produjeron dos concentraciones más con un nivel de participación muy aceptable. Solamente quedaba la última antes de acabar el ciclo de movilizaciones, y entonces, contra todo pronóstico, cuando la única esperanza era mantener viva la llama de la dignidad se produjo lo inaudito. Empezó como un rumor salido de una alcaldía del PCD. Por supuesto nadie le dio el menor crédito. El alcalde insistía e insistía en que estaba a punto de producirse pero no lo podía hacer público porque no estaba autorizado. Por fin salió un anuncio oficial de la Conselleria. El 15 de diciembre, dos días antes de la fecha prevista para la última concentración, se volverían a abrir los centros de salud para atender urgencias nocturnas en horario de 22 a 8 horas. Después de 18 meses de lucha, cuando todos pensaban que la causa estaba perdida y solo continuaban en ella como un ejercicio colectivo de autoafirmación, llegó la victoria. Una victoria que seguía pareciendo demasiado bonita para ser cierta. No hubo ninguna comunicación oficial de Mafia Salud. Ninguna explicación. Ninguna disculpa. Ninguna rectificación de aquel famoso y estupidizante argumentario que pretendía convencer a los usuarios de que todo era por su bien. Simplemente se volvían a abrir. Sin más.
Si hubo o no hubo compensación económica a la organización fue algo largamente debatido, pero nunca evidenciado. Las pugnas internas entre Mafia Salud y la Conselleria, entre la Conselleria y el Partido Casposo de Derechas, entre el Partido y Mafia Salud, entre facciones varias dentro de cada una de ellas, las puñaladas en la espalda entre neoliberales y conservadores nunca verán la luz. Demasiado secretismo, demasiadas conspiraciones, demasiado en juego como para que el vulgo conozca los entresijos del poder ni el alcance de sus ‘ingenuas’ reivindicaciones. Sin embargo había algunas certezas. La primera y más importante es que la ciudadanía había librado, y ganado, una importante batalla. No la guerra, pero sí una batalla que haría historia. La batalla había dejado algunos cadáveres por el camino. El primero Roller Blade, el Mandado que quiso hacer frente a la multinacional. El segundo GAS, el amable funcionario que casi acaba con un segundo infarto. Fallen Devil seguía en pie. No se sabía por cuánto tiempo seguiría al frente de la organización, pero los que lo conocían bien decían que la derrota frente a la Plataforma le cambió el carácter. Se le hinchaban las venas yugulares todavía con más facilidad, el pelo iba adquiriendo cada vez más el aspecto de un peluquín de circo barato y la agrura que destilaban sus poros dejaba un hedor difícil de disimular. Era solo cuestión de tiempo que acabara cayendo como fruta madura.
EPÍLOGO
Para cuando estaba prevista la última concentración los centros de salud ya estaban abiertos. Los miembros de la Plataforma decidieron mantenerla y convertirla en una celebración. Era una luminosa noche de diciembre, sin luna, pero cubierta de diminutas estrellas brillantes que, juntas, apretadas, daban una luz difusa e intensa, más bella que cualquier claro de luna.
Llevaron dulces y mistela, mucha más de la que pudieron tomar las 30 o 40 personas que se concentraron. Esta vez no hubo manifiesto, ni discurso, en su lugar hubo abrazos, lágrimas de emoción, apretones de mano, miradas de complicidad. Todos eran conscientes de la importancia de lo que habían conseguido. También sabían que había mucho por hacer. Habían pillado a Mafia Salud y a la Conselleria con el pie cambiado, por sorpresa, porque jamás se hubieran imaginado que tendrían que enfrentarse a una respuesta ciudadana tan sólida y tan admirable. Habían dado el primer paso, un paso de gigante, para echar a Mafia Salud de la comarca y recuperar la dignidad, pero todavía había muchas batallas por librar, y ganar, si querían ver sus objetivos cumplidos.
Mientras recogían los platos y los vasos de plástico, mientras se repartían los dulces que habían sobrado, MP1 miró al cielo estrellado, y sintió un agradecimiento sincero por todo lo que había pasado en los últimos meses, por la experiencia acumulada, por las personas que había conocido en el camino, por el éxito sin precedentes. Pero también sintió un vértigo difícil de definir, una duda sobre sus propias capacidades ante la enormidad de la tarea por hacer.