[VÍDEO] Cuando Álvaro de Luna contó cómo trabajó de especialista en las películas de aventuras de Dénia y mil recuerdos más
ENTREVISTA AL ACTOR EN 2010 PARA EL DOCUMENTAL HOLLYWOOD, CAPITAL DÉNIA
- «En el 61, durante el rodaje de El hijo del Capitán Blood nos dijeron, Dénia está inundada, está inundada… Me asomé al balcón... En la calle había por lo menos un metro de agua»
- «Nos tirábamos desde un palo altísimo, sobre un barco grandísimo. Podíamos habernos matado, pero ni nos dábamos cuenta»
- «¿Cómo era la Dénia del 58? Un lugar mágico. Olía tanto a mar…»
- «Después de aquellos rodajes, yo siempre seré joven en Dénia»
- Su amistad con Manuel Vicent: del rodaje de Son de mar al Hort del Alé de Pedreguer, «el lugar que salvó su alma»
Decía que «Dénia es una forma de vivir». Quizás por eso se sintió tantos años su «ciudadano». Fallecido el pasado viernes a los 83 años de edad, de Álvaro de Luna algunos obituarios han dicho que fue «el especialista que se metió a actor». Y uno de los primeros lugares donde trabajó como especialista fue precisamente Dénia, como si uno tuviera algunos sitios que lo escogen para siempre, que lo captan para no dejarlo ya marchar.
En 2010, el actor concedió una entrevista para el documental Hollywood, capital Dénia, dirigido por Romualdo Soler y Arturo Ruiz, que se transcribe casi en su totalidad en este artículo y que también incluye un vídeo con parte de aquel diálogo. Como el documental abordaba la prolífica historia de los rodajes cinematográficos en la capital de la Marina Alta, era preciso entrevistar a Luna debido a que ya estuvo en el primero de ellos, el de la mítica cinta El Capitán Jones, donde en 1958 intervino como un anónimo especialista cuando todavía era un estudiante de medicina de 24 años.
En la entrevista rememoraba las escenas de riesgo que protagonizó en aquella película: «Me tenía que tirar del palo de un barco grandísimo que oscilaba una barbaridad y a una altura que me pareció sorprendente». También evocó aquel cine americano que de la mano del productor Samuel Bronston eligió Dénia para irrumpir por primera vez en España: «Ellos tenían mucho dinero y un gran conocimiento del cine de aventuras, de ese tipo de cine en que se puede perder todo un día buscando una puesta de sol».
«Nos lo pasábamos tan bien»
«Cuando los productores nos veían hacer una escena peligrosa se quedaban estupefactos por el valor que le poníamos. Hacíamos todo como si estuviéramos en la legión. Una barbaridad». «Pero mereció la pena: Nos lo pasábamos tan bien», añadía con la mirada puesta en la evocación de la juventud. «Y no nos podíamos quejar del dinero, ganábamos bastante, las caídas de alturas de los especialistas nos las pagaban por metros, a mil pesetas el metro, y nos fuimos encantados». Y en una declaración de amor al cine al que se dedicaría toda la vida, el actor añadía: «Esta también es una profesión magnífica, que te permite divertirte, salir por las noches».
¿Cómo era aquella Dénia de hace ahora sesenta años? «Un paraíso», contestaba Luna. «Olía a mar. Tanto… Éste era un gran puerto en el que había un tremendo ambiente de salinidad, una ciudad llena de casas de pescadores y un paisaje espectacular y a la vez bondadoso bajo el Montgó». Buenos tiempos: «Comíamos bien, pescado fresco, paella, en las posadas. Me pareció un sitio maravilloso». Pese a que «se trataba de una época muy difícil económicamente», en aquella Dénia del 58 Luna no vio pobreza: «Era una ciudad pudenta, la gente vivía bien, y aunque es verdad que no había libertades, sí se captaba cierta libertad mediterránea».
Un viaje en coche desde Yugoslavia a Dénia… Y alguien que había conocido a John Ford
Tres años después, en 1961, Álvaro de Luna regresó a Dénia para participar en otro rodaje mítico, el de El hijo del capitán Blood. «Llegué procedente de Yugoslavia para rodar en Dénia en un viaje muy difícil que hicimos en coche descapotable. Llegamos como pudimos, terminé en Yugoslavia un viernes y empecé aquí un lunes». Sus compañeros atesoraban un gran nivel profesional, especialmente del jefe de la Segunda Unidad, que había hecho La Diligencia: «Y eso es decir que era un mito, un dios: ¡Había trabajado con John Ford!».
El hijo de Errol Flynn que se mató en Indochina
Luna también se acordaba del actor protagonista de aquella cinta, que era el hijo de Errol Flynn, Sean, quien después se hizo corresponsal de guerra y desapareció en Indochina. «Era alto y guapo y daba una sensación de prepotencia porque era hijo de un actor mítico. Pero al conocerlo, cambiaba. Yo hablaba con él, nos sentábamos en la playa o en el chiringuito». «Estaba siempre enfadado porque la parte inglesa de la coproducción le había puesto un guardaespaldas que por temas del seguro le había prohibido montar en moto, que era lo único que le gustaba».
Fue un rodaje difícil. «Hubo muchos percances, me tuvieron que llevar a la casa de socorro por un golpe que me dio un actor sin querer cuando yo me encontraba sobre una tarima de madera figurando que llevaba el barco. Perdí el conocimiento». Otra vez la valentía de los especialistas. Y sus piques. «Estábamos picados con unos italianos. Un compañero estaba en lo alto de un palo y dijo, voy a tirarme para que vean estos de lo que somos capaces los españoles, y se tiró y se dio un golpe tremendo, cayó de frente que es la peor manera de caer. Pero no le pasó nada. Estaban hechos de algo maravilloso, de algo que no se rompía».
¿Cómo era un rodaje en Dénia? «Uno venía aquí sabiendo que tenía que ganarse la vida. En esta profesión no viene uno de turista, sino que convive varios meses con otros que están trabajando: tenías relación con el mesonero, el del pan, el del pescado. Hablabas, charlabas con ellos». Aunque De Luna acabaría siendo un ciudadano más de Dénia, ancló su primera relación con la población a partir de las experiencias de aquellos rodajes de hace tantas décadas: «Ahora Dénia me trae la juventud, si no me miro al espejo (reía). Yo siempre seré joven en Dénia».
Una inundación en pleno rodaje
En el siguiente vídeo de cinco minutos de duración Luna repasa el carácter especial de los deniers con los famosos, el progreso que ha sacudido la ciudad en los últimos años... Atención sobre todo al momento en el que el intérprete describe las inundaciones que sufrió Dénia en 1961 justo cuando participaba en el rodaje de El hijo del capitán Blood. Y como aquella riada fue aprovechada para la película.
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«¿Yo médico? Pero si pensaba, lo que este hombre quiere es un bocadillo con jamón»
¿Por qué dejó la medicina y decidió dedicarse primero a especialista y luego a actor? Se dio cuenta de que en aquellos tiempos tan duros del franquismo veía a alguien que estaba enfermo y pensaba «este hombre no necesita medicinas, sino un bocadillo de jamón». «Yo iba al cine porque había calefacción y en las casas, no». Y cuando llegaron los americanos a España con sus grandes superproducciones «me di cuenta de que podía vivir de esta profesión del cine en una España desvalida».
Y para Luna eso fue un privilegio: «El cine es la literatura de nuestro tiempo». Y el oficio de actor «es el oficio de transmitir emociones, contar historias y llegar al espectador para ser más libres y solidarios…».
La amistad con Manuel Vicent. De Son de mar al Hort del Alé de Pedreguer
Junto a El Capitán Jones y El hijo del capitán Blood, el intérprete estuvo vinculado a otra película rodada en Dénia décadas más tarde, Son de Mar (2000), aunque de una forma más intelectual: asistió a todo el proceso de formación de la película. Fue testigo de la reunión que tuvo lugar en el hotel Los Ángeles entre su amigo Manuel Vicent, que era el autor de la novela, el director Bigas Luna y el guionista, Rafael Azcona. Tres gigantes.
O como rememoraba Luna «tres inteligencias desatadas, distintas pero que lograron complementarse. Yo asistí a la formación del guión, a cómo se planteó la historia». «Todo partía de la imaginación de Manolo [Manuel Vicent] que era un gran especialista en la zona: decía, Son de Mar tiene que oler a mar, mar mediterráneo con una sal determinada, porque ahí está la vida de las personas que están en Dénia, que no es la gente de las grandes capitales pero tampoco de las zonas rurales, porque tienen la viveza que da el mar, la libertad que otorgan los puertos de mar».
Son de Mar supuso para De Luna una tristeza -en principio estaba previsto que interpretara a un personaje que finalmente desapareció por razones argumentales- pero también el enriquecimiento personal: «Estuve al lado de tres monstruos que supieron ver el gran choque que centra la película, entre un hombre romántico apegado a su lugar en el mundo y el problema económico, el progreso con sus torres de 40 pisos, el Montgó cubierto de chalés donde de pronto ya no da el sol».
El alma de los paisajes
Álvaro de Luna y Manuel Vicent compartieron estancias y amistad durante eternas temporadas en Dénia. Inseparables primero en la cafetería Montiel de Marqués de Campo y después en la calle Diana, también se implicaron en su pasión por un rincón de Pedreguer: Escritor e intérprete contribuyeron a difundir l’Hort de l’Alé, una finca del siglo XIX que ha recuperado los elementos originales para producir pansa.
Vicent y De Luna, gracias a su amistad con el impulsor de esa rehabilitación, Pascual Olmos, vieron en ese lugar de Pedreguer una defensa del paisaje atávico de la Marina Alta frente a todas las oleadas de cemento que han ido coartando su identidad.
«Los paisajes tienen alma. Y cuando masacran una montaña con adosados o en una plazoleta construyen una finca de diez pisos, ese alma se pierde. La pierde no sólo el paisaje, también las personas que lo habían conocido antes intacto, pongamos que cuando eran niños. Pero este lugar de Pedreguer conserva el alma intacta a través de un viaje legendario de siglos, es la misma alma de íberos, fenicios, romanos, árabes y cristianos que vinieron a esta tierra»».
Manuel Vicent /Álvaro de Luna. 10 de septiembre de 2016