Paisajes submarinos: El jardín del pulpo
MIGUEL ÁNGEL CIVERA
Los pulpos son animales fascinantes, asombrosos, inquietantes, misteriosos, monstruos o amigos. Cuentos terroríficos, leyendas populares, novelas, películas, canciones, artículos científicos, han creado el imaginario de unos animales curiosos, astutos, crueles, resultado de su extraordinaria destreza, habilidad e inteligencia.
Y es que lo tiene todo. Ocho brazos con filas de tentáculos, finos sensores y herramientas que actúan individualmente o coordinados, capaces de perderlos y de regenerarlos. Unos ojos cuya estructura, aún siendo más simple que la nuestra, los hace más eficientes por no tener ángulos muertos y poder distinguir el ángulo de polarización de la luz. Cromatóforos cutáneos que le permiten cambiar rápidamente de color, de forma y de aspecto para ocultarse, intimidar o comunicarse. Con hemocianina en la sangre que es más adecuada que la hemoglobina en el transporte de oxígeno en un medio, el mar, en donde no es demasiado abundante y en el que la temperatura puede ser fría. Puede desplazarse usando algunos de sus brazos o/y mediante el sifón por donde también expulsa tinta, es además un experto navegante conocedor de todos los rincones de su territorio.
Especies de ciclo de vida corto como es el caso del pulpo más común para nosotros, el Octopus vulgaris, el pulpo de roca, con apenas 20 meses de vida, en el que para reproducirse los machos introducen bajo el manto de la hembra un brazo con paquetes de esperma que fecundarán miles de huevos. La hembra los pondrá en racimos, los cuidará y ventilará hasta su eclosión para después morir. Las paralarvas – con forma de pequeños pulpitos- pasan unas semanas en el plancton hasta que llegan al fondo para comenzar su desarrollo. Su crecimiento es tan rápido que en pocos meses multiplican por cien su peso.
Sofisticada inteligencia
Animales solitarios que no pueden aprender por contacto con otros, sin patrones de comportamiento que imitar, su supervivencia depende, desde hace millones de años, de su capacidad para observar, analizar, aprender con la experiencia y recordarlo.
Y todo esto necesita de una buena central de control, un buen número de neuronas distribuidas por el cuerpo e interconectadas de forma especial, que es lo que le permite resolver laberintos, usar herramientas, aprender por observación, reconocer símbolos, comunicarse, cazar, reproducirse. Son estas capacidades las que han llevado a los estudiosos del cerebro a concluir que estamos ante una animal inteligente que posee circuitos de memoria a corto y largo plazo.
Me gustaría estar bajo el mar, en un jardín del pulpo a la sombra….
El gran pulpo viviente y monstruoso de Moby Dick, el cruel de 20.000 leguas de viaje submarino, el que bebía vivo a un hombre en Los trabajadores del mar de Víctor Hugo, son pulpos diseñados desde hace siglos por los deseos del hombre, sus miedos e ignorancia. Representaciones culturales, símbolos de una forma de estar con la naturaleza y que han contribuido más a su destrucción y sobreexplotación que a su conocimiento. Todavía perduran estas imágenes y se siguen usando frente a los aspectos lúdicos, amigables, del pulpo protector de Octopus garden, la canción de los Beatles.
En la actualidad los pulpos continúan apasionando, además de en el plato. Un mejor conocimiento de su biología y comportamiento ha llevado a que sean considerados como el invertebrado de mayor inteligencia y por ello, elegidos como especie modelo para desarrollar investigaciones en los campos del aprendizaje, memorización, envejecimiento, cambio climático, evolución y el diseño robótico.
Quizá su reciente inclusión en la Declaración de Cambridge como animal que posee sustratos neurológicos que generan conciencia, haga que termine, como deseaba Jacques-Yves Cousteau “… la evidente incomprensión que se ha perpetrado durante siglos entre los hombres y los pulpos “. Va siendo hora de conocerlos.
Nunca es tarde.
por feo
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