¿Son tiempos para que un alcalde vaya de la mano de una inmobiliaria que vende casas de lujo?
EDITORIAL
Vamos a pensar bien, como es nuestra obligación. Vamos a pensar que el alcalde de Ondara y diputado provincial, el popular Ximo Ferrando, no es en realidad socio de la nueva franquicia que la inmobiliaria alemana Engel & Völkers, dedicada a vender casas de lujo en todo el mundo, va a abrir en Dénia. Vamos a pensar que Ferrando sólo acudió a la firma de ese contrato el pasado 4 de octubre en Barcelona para acompañar a su esposa, que es la verdadera y única socia de la mercantil, tal y como ha asegurado el propio edil. Y vamos a pensar finalmente que el hecho de que la propia Engel & Völkers proclamara en su página de facebook que, por el contrario, Ferrando sí es su nuevo socio y hasta le diera una "calurosa bienvenida" a la compañía, se debió más bien a un inocente error, a uno de esos excesos de entusiasmo que se producen cuando una reunión de negocios ha marchado a las mil maravillas y todos nos lo hemos pasado muy bien y decimos, chico, ven y hazte la foto con nosotros, que nos has caído fenomenal.
Vamos pues a pensar que NO estamos ante otro de los numerosos casos de vinculación entre poder político y poder inmobiliario que han jalonado la historia reciente de la Marina Alta (y de otras tantas otras comarcas valencianas) a lo largo de los últimos años.
Ahora bien, una vez completado este ejercicio de desmesurada bondad por nuestra parte, al menos nos merecemos plantear una serie de peguntas: ¿Qué pensó Ferrando cuándo le estaban haciendo la foto que posteriormente Engel & Völkers difundió por las redes sociales y en la que el alcalde de Ondara aparecía a todos los efectos como socio del gigante alemán? ¿No se le encendió al munícipe ninguna señal de alarma en la mente cuando el fotógrafo hizo "clik" con la cámara? ¿No intuyó que había algo que igual no iba bien? ¿No? ¿Nada?
Pues eso, ese "nada", es lo más preocupante. Que un representante político de Ondara y de la provincia de Alicante, depositario de la soberanía popular de todos los ciudadanos que además le pagan su sueldo, esté presente en negociaciones con una gran empresa con intereses muy concretos en la comarca donde vive es de una estética deleznable. Da a entender que los mismos políticos que aseguran estar al lado de los deshauciados, de los que no llegan al final de mes y de los que no tienen para libros escolares, jamás abandonan en realidad los enmoquetados salones de los más poderosos, allá donde el dinero no es problema y un puñado de privilegiados siguen encontrando la vida hermosa y a su gusto.
Sí, es de una estética deleznable que con la que está cayendo en Ondara y en la provincia un cargo público aparezca como franquiciado de una empresa que vende fincas de lujo de hasta ocho millones de euros a compradores centroeuropeos o rusos. Sí, de ocho millones. Por supuesto que, como estamos en una sociedad de libre mercado –es verdad que más libre para unos que para otros–, Engel &Völkers tiene todo el derecho del mundo a hacer negocios en la Marina Alta; y que cualquier vecino de la Marina Alta está a su vez legitimada para asociarse a esta empresa, incluida la esposa del alcalde de Ondara –sobre todo porque la franquicia es en Dénia y no en la misma Ondara, que entonces sería otro asunto–; pero el alcalde de Ondara, no. No está bien.
Y lo más preocupante es que Ferrando no entendiera eso. Aún peor, que le diera igual: que ni siquiera tuviera los reflejos de evitar salir en la foto aquella mañana en Barcelona o de decirle al jefe de prensa de la inmobiliaria, por favor, a mí no me nombres. Y que en consecuencia tampoco pensara en todos los camareros, jardineros, cocineros, obreros, jardineros, pequeños autónomos y medianas empresitas que de una manera o de otra trabajarán por salarios de saldo para los futuros inquilinos de esas fincas. Que no pensara en ellos pesar de que son ellos los únicos que deberían preocupar ahora mismo a cualquier servidor del pueblo. Sí, del pueblo.