Vecinos y empresarios rechazan de nuevo la Feria y el Saladino en el puerto por la mala imagen y los ruidos
- Un empresario de la zona: "Déjese usted de historias; las dos cosas son cutres. ¿Para qué se invierte después tanto en el puerto?"
Hagan la prueba. Busquen en "Google" o en "Youtube" palabras comunes: algo así como "Dénia turística" o "Dénia en verano". Todos los vídeos son del mismo corte: presentan a la ciudad como un lugar idílico idóneo para el turismo familiar: atardeceres en las playas, fondos marinos, tranquilas calles para comer o cenar, dormidos edificios medievales… Aluviones de imágenes que intentan vender lo que Dénia siempre soñó ser: un destino turístico de calidad.
Ahora bien, otra cosa es la realidad, que siempre es tozuda. Un visitante que llegara por primera vez a Dénia a bordo de un ferry podría llevarse una impresión muy diferente de la ciudad si lo primero que contempla al arribar a puerto es la sala de fiestas del Saladino o la Feria de Atracciones. Desde hace años, ambas instalaciones resurgen cada verano, aproximadamente a finales de junio, con el beneplácito siempre silencioso del Ayuntamiento y a pesar del enfado cada vez más creciente de vecinos y turistas.
La feria y el Saladino ocupan un lugar estratégico como es la fachada marítima. Por eso, no son meras anécdotas. Evidencian que Dénia sigue siendo incapaz de definir qué modelo turístico y urbano quiere implantar. Porque tanto la las atracciones invandiendo el Mollet d'España como la atronadora discoteca instalada en plena playa durante la madrugada provocan ruido, masificaciones y caos de tráfico; incomodan a los usuarios del puerto; y rompen en mil pedazos la histórica unión estética entre las casas de Baix la Mar y el Mediterráneo.
O, tal y como afirmó el propietario de uno de los hoteles del contorno con palabras más coloquiales, "son cutres". "Lo que no puede ser –sigue este empresario– es que por un lado se estén realizando grandes inversiones, como la estación marítima o todos los amarres para barcos de alta gama, y por otro continuemos aguantando este tipo de instalaciones".
La feria inunda de ruido y luces de neón de dudoso gusto la fachada marítima cada tarde y cada noche de agosto. Es curioso que estas atracciones ocupen el mismo lugar donde a corto plazo debe instalarse una zona comercial que "debe ser lo más respetuosa y sostenible posible con la tranquilidad de las playas", tal y como manifestó a LA MARINA PLAZA en una pasada entrevista la presidenta de los empresarios de Aehtma, Cristina Sellés. Pues bien, ése será el futuro pero el presente no es precisamente tranquilo. Sellés reveló que el emplazamiento de la feria no es el correcto y desveló que cada año se lo indican así al Ayuntamiento. Por lo visto hasta ahora, sin éxito.
El Saladino: una discoteca en plena playa (aunque ahora sea menos playa)
Una zona pública ocupada. Oficialmente y según fuentes municipales, el Saladino afecta a "terreno de dominio público marítimo-terrestre". Para los vecinos y residentes simplemente ha ocupado una playa, la que se encuentra entre la escollera norte y el Raset . Y eso tratándose de una discoteca que está en marcha durante toda la noche no deja de ser sorprendente, sobre todo porque se supone que la arena es de todos. Y la zona de baños también. Así lo atestiguan tanto la Ley de Costas como la propia normativa que reglamenta el uso de las playas en Dénia.
Sin embargo, son numerosas las noches en que a determinadas horas los guardias jurados del recinto no permiten el paso aduciendo que es obligatorio consumir o que el aforo se encuentra lleno. Hay vallas que también impiden el libre acceso. Después de las críticas surgidas durante los últimos años –un empresario llegó a denunciar el año pasado al Saladino por usurpación de litoral público- la discoteca ha optado este año por "retranquear" sus banquetas y tumbonas para que al menos no se encuentren justo al lado de la orilla, como pasaba antes. Pero aún así, las instalaciones siguen asentadas sobre arena.
Ruidos. Otro problema del Saladino es que es "una sala de fiestas" al aire libre. Su estruendosa música provoca molestias a los usuarios del puerto y a buena parte de los vecinos de la fachada marítima. "Hay sábados que a las seis de la mañana se oye la música" afirma en este sentido un vecino que vive… junto a la rotonda de la Cruz Roja, al otro lado del puerto.
Pues bien, la ordenanza municipal contra la contaminación acústica asevera para empezar que cualquier local de estas características debe "insonorizarse", algo que en este caso es imposible por razones obvias. También arguye esa misma normativa que en zonas industriales, como sería la del puerto, el nivel acústico máximo permitido no debe exceder por la noche los 55 decibelios, poco más, muy poco más, que el ruido provocado por una conversación animada entre amigos. En una discoteca, evidentemente, se "oyen" más cosas.
Horarios,tripulantes asombrados y "privilegios" en el aparcamiento. El Saladino cierra a las siete y media de la mañana, con lo que sí cumple la normativa de discotecas impulsada por la Generalitat. El problema es que vuelve a abrir a las diez de esa misma mañana, cuando según el Consell este tipo de locales de ocio debe hacerlo a las cinco de la tarde. Al salir el sol, es común que los tripulantes de los barcos se crucen con jóvenes que "vuelven de marcha". Muchas veces hay basura en los aledaños de la escollera norte: vasos de plástico y otros objetos de los jóvenes que han estado de fiesta.
Por si fuera poco el Saladino colapsa una zona ya de por sí muy delicada para el tráfico de la ciudad, debido a que se encuentra en la misma carretera por la que acceden los caminos que circulan hacia la estación marítima. Hay un detalle significativo: desde hace poco tiempo se han instalado una serie de bolardos para impedir que se aparque en ese conflictivo vial… menos a la altura de la discoteca, donde sin embargo aún se puede estacionar.
¿Tiene permisos? Pues sí. A pesar de todo lo apuntado con anterioridad, la actividad del Saladino está avalada por dos permisos. Uno de la Conselleria de Infraestructuras –cuyo titular era entonces Rafael Blasco, hoy apartado del PP por sus escándalos judiciales–. Y otro del propio departamento municipal de Urbanismo, según las mismas fuentes municipales.