El paro y el lucro
EDITORIAL
Resulta sorprendente comprobar cómo la noticia más importante que se produce cada mes, la de los datos del paro, pasa desapercibida para nuestros gobernantes municipales. Ni en Dénia ni en Benidorm ni en ninguna otra población de la Marina o del resto del país, los dirigentes locales tienen a bien pronunciarse sobre la estadística del desempleo, a pesar de que la misma, bien interpretada, constituye una perfecta radiografía de la situación social y económica de cada pueblo. Y a pesar de que es una obligación moral acordarse de vez en cuando de los miles de parados que buscan trabajo en nuestras comarcas: en concreto, de 14.925 personas en la Marina Alta y de 15.772 en la Marina Baixa. Que no son pocos.
Ese desinterés de nuestros gobernantes más próximos por la cuestión es también compartido por Hosbec, Aehtma y el resto de asociaciones empresariales de la Marina. Como mucho, nuestros dirigentes políticos y económicos se limitan a realizar una interpretación simplista de las cifras, aquella que más conviene a sus intereses y a sus conciencias: últimamente, alguno ha defendido que hay que estar de enhorabuena porque en julio hubo menos paro que en junio. Obvio. Faltaría más. Si por el contrario hubiese aumentado el desempleo justo cuando comienza la temporada alta del turismo, esto sería una catástrofe: habría que cerrar el país.
Hay que dejarse de análisis simplistas e ir al meollo de lo que nos dicen los datos. Por ejemplo, detenerse en el hecho de que en la Marina Alta haya más paro en julio de este año que en el de 2012 a pesar de que la ocupación turística de este verano está siendo igual o incluso mejor que la del anterior. ¿Qué quiere decir eso? Que el turismo no tira del carro del empleo; que en cada uno de nuestros hoteles, apartamentos y restaurantes, un número cada vez menor de personas ha de realizar la misma cantidad de trabajo o incluso más cantidad de trabajo; y que con la actual precariedad laboral es imposible recuperar el consumo interno, máxime cuando el 95% de los contratos que se realizan durante el periplo estival son temporales, tal y como ha sucedido en Benidorm.
Nuestro modelo turístico copia así, a pasos agigantados, el de la Riviera Maya, el de la República Dominicana o el de otros países en vías de desarrollo: una selecta cúpula de grandes empresarios que hacen dinero rápido con el turismo y una inmensa masa de trabajadores poco cualificados que cobran sueldos de miseria; nos estamos cargando las clases medias porque ya no hacen falta: lo que antes consumían ellas ahora pueden hacerlo los ricos turistas procedentes de Rusia o del Centro de Europa, que para eso tienen más dinero. Y el vecino de al lado que trabaje por cuatro euros, de julio a septiembre, con un contrato basura de tres meses y sin librar ni sábados ni domingos; ni siquiera tendremos después que ofrecerles servicios públicos, que ya los estamos privatizando todos.
Nadie niega que los empresarios lo están pasando mal con la crisis y que han tenido que bajar precios y tirar de ofertas para sobrevivir, reduciendo así sus índices de beneficios, luchando contra los números rojos y batallando lo indecible para no echar el cierre de sus negocios. Además, todavía hay muchos pequeños empresarios que subsisten. Pero también es cierto que la excusa de la crisis ha servido para ajustar plantillas, recortar salarios y mejorar dividendos dejándose guiar sólo por la ganancia: por el lucro. Y el lucro es peligroso: da alas al paro. Fomenta la precariedad laboral. Y, al reducir sueldos, frena el consumo y nos lleva al desastre. Por mucho que los impresentables gurús del FMI digan lo contrario.
Da la impresión además de que ese modelo se está implantando con la complicidad de nuestros dirigentes políticos, que parecen sólo preocuparse de que los datos de ocupación -los datos empresariales- vayan bien para después mirar hacia otro lado. La edil de Turismo de Dénia, Pepa Font, se felicitaba hace poco porque las estadísticas de pernoctaciones de Dénia habían funcionado con corrección durante el último mes, pero nada ha dicho unos días después al saberse que es precisamente ese municipio el que más parados ha sumado de julio de 2012 a julio de 2013 en todas las comarcas de la Marina, al pasar de 4.532 desempleados a 4.716. Y no sólo es Dénia; no se trata de un ataque personal contra Font. Si se pone de ejemplo esta ciudad es porque sus cifras son especialmente inquietantes. Pero la actitud es la misma en la inmensa mayoría de municipios.
En esta tesitura, la excusa de que los ayuntamientos pueden hacer bien poco para luchar contra este modelo no es del todo válida. Pueden hacer mucho más. Pueden utilizar su influencia ante los empresarios (que la tienen y mucha, no seamos cándidos) para que la tarta turística sea más justa. En Benidorm, por ejemplo, tratando la cuestión con las patronales del sector en la famosa Fundación Turismo, donde la expresión "mercado laboral" no se ha debido pronunciar nunca; o en Dénia, convocando al fin con asociaciones y sindicatos la Mesa del Empleo, que lleva ya seis meses de vergonzoso retraso. Esas fórmulas podrían contribuir a aliviar la situación. Al menos serían más eficaces -y más piadosas- que la famosa ordenanza del alcalde de Calp, César Sánchez, prohibiendo la mendicidad y persiguiendo a los mendigos.