La empresa promotora del Intempo obtuvo un crédito de 93 millones con un capital social inicial de 3.100 euros
La mercantil Olga Urbana, SL consiguió el más difícil todavía de la burbuja inmobiliaria: obtener de la entidad bancaria que comenzó a financiar la construcción del Intempo, Caixa Galicia, un crédito hipotecario de 93 millones de euros para comprar el solar y construir el edificio con un capital social inicial de 3.100 euros, casi el mínimo para la constitución de una Sociedad Limitada (3.006), en una gestión que la empresa promotora realizó en Valencia con los responsables de la quebrada caja gallega, luego fusionada con Caixa Nova en Nova Caixa Galicia, que fue finalmente nacionalizada el pasado mes de diciembre con una inyección del FROB de 5.435 millones de euros en medio de un escándalo por las indemnizaciones, jubilaciones y contratos blindados del equipo directivo.
Olga Urbana se constituyó el 20 de octubre de 2004 con una participación mayoritaria del 60% en manos de José Ignacio de la Serna, un conocido promotor de La Marina Baixa originario de Vizcaya. El otro 40% quedó en manos de Isidro Boronat, otro promotor de Benidorm, y del hotelero Juan Fuster. La constitución de la sociedad está registrada el 20 de enero de 2005 con 3.100 euros de capital y no fue hasta el 9 de noviembre del mismo año que se produjo una ampliación de capital de 1.796.900 euros, hasta los 1,8 millones. Posteriormente, el 6 de julio de 2007 el capital quedó fijado en 7,2 millones tras una nueva ampliación, según las anotaciones que figuran en el Registro Mercantil.
Aquel préstamo sirvió para adquirir la parcela donde se asienta el rascacielos, de algo menos de 10.000 metros cuadrados y financiar la obra, cuyo coste se estimó en unos 45 millones de euros, que ahora se intenta rebajar a 40. Pero Olga Urbana también adquirió otra parcela en la zona conocida como Colonia Madrid, donde levantó un edificio con 110 viviendas, locales comerciales y garajes sobre las ruinas de un antiguo hotel.
Como tantas otras cosas en Benidorm, el Intempo ha sido un foco de problemas hasta ahora ocultos bajo el mantra del supuesto interés general que tenía para la ciudad construir un hito de estas características. No en balde el Intempo, con sus 180 metros de altura, es el edificio residencial más alto de Europa y se une al selecto club en el que están otros rascacielos de la ciudad como el Torre Lugano o el Hotel Bali. Pero la dimisión de los redactores del proyecto y la dirección de la obra ha destapado una parte de los reveses y conflictos que ha sufrido tras estrellarse contra la crisis inmobiliaria financiado por una caja de ahorros desbocada. A los problemas que ha creado la interposición entre el banco y el promotor de un project manager, una empresa llamada Suasor, que es ahora quien toma las decisiones para reducir el coste de la obra a cambio de una cantidad fija mensual e incentivos finales, se añaden las numerosas reclamaciones de los proveedores, contratistas y subcontratistas de la obra.
El estallido de la burbuja abocó a una obra de esta complejidad a depender de la financiación externa. Cuando Caixa Galicia se vio abocada a fusionarse con Caixa Nova y ambas derivaron en Nova Caixa Galicia, cuyo balance conjunto empeoraba la de ambas por separado, el Intempo terminó por subsumirse como un activo tóxico más en las entrañas del Sareb, más conocido como el banco malo, de quien ha pasado a depender por completo.
Por otro lado, aunque el principal promotor, José Ignacio de la Serna, se reunió el miércoles pasado con los responsables del Sareb para reordenar el proceso de liquidación de las casi 200 viviendas que restan por vender, y que saldrán al mercado a precios inferiores a los originales de venta, LA MARINA PLAZA ha podido contrastar que el banco malo está abierto a cualquier proposición y hay algunos compradores extranjeros interesados en hacerse con el edificio al completo.
Aunque parezca una paradoja, que tenga vendidas unas 80 viviendas puede que incluso sea un problema. Algún inversor se ha llegado a interesar por el edificio completo, pero libre de propietarios, al objeto de gestionarlo íntegramente.